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El regalo europeo y la crisis de “la mujer”

  • Foto del escritor: Álvaro Toquica
    Álvaro Toquica
  • 3 abr
  • 3 Min. de lectura
El viejo continente y, por extensión, el resto del mundo, pierde consistencia social tras la polución que genera este movimiento que se lleva por delante instituciones históricamente fuertes como “la mujer”, “el hombre” y “la familia”.

Avances significativos en términos de libertad e igualdad se han conseguido en el marco de la revolución feminista en Europa, aunque esta se ha degradado y convertido en un regalo transcultural indeseado en otras latitudes, como en la muy afectada Argentina y en nuestra amada Colombia, que se está tragando sin digerir el discurso del rechazo a los roles tradicionales y la estructura familiar; ámbito en el cual vemos un frecuente rechazo a formar una familia y, en especial, a la maternidad, a la que se le concibe como una forma de opresión patriarcal y un freno para el logro de los objetivos individuales, ideas que tienen como consecuencia la disminución de las tasas de natalidad y el debilitamiento de la estructura familiar, impulsando dificultades emocionales y sociales en los niños.


Preocupante es que lo anterior pueda desembocar (léase, desembocó) en una generación de adultos inseguros y desconectados que se victimizan frente a cualquier contingencia, con una tasa de soledad creciente, inestabilidad familiar y una preocupante desconexión social, asuntos que abordé en un artículo reciente sobre el Informe Kissinger (NSSM 200), un estudio secreto que aborda la sobrepoblación global como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos de América; identificando a ciertos países, entre ellos Colombia, en los que se debe intervenir para controlar la natalidad con diversas vías, entre las cuales se incluye el aborto, la promoción de relaciones que no conducen a la procreación y el feminismo, en su versión exacerbada actual.


Tiene como subproducto este movimiento de “libertad”, la hipersexualización y la búsqueda de validación externa en forma de “likes”, dando idea de que el éxito se basa únicamente en la belleza y la popularidad en redes sociales. Vemos aquí el uso exagerado de esta tendencia en lo que se denomina “páginas azules”, donde miles de hombres vinculados como “fans”, obtienen a cambio de pagos virtuales, material de alto contenido sexual de chicas “cariñosas” que monetizan promoviendo, incluso, maratones sexuales, en las que en un tiempo corto tienen cientos de relaciones sexuales, material que luego venden por generosas cifras a sus “fans” (buscar a Lilly Phillips y Bonnie Blue, en Internet).


Arrastra igualmente este “movimiento”, el individualismo extremo y la erosión de los lazos sociales, priorizando el éxito personal tras la falacia de la autosuficiencia, así como la desconexión de las relaciones significativas que terminan por hundir a personas fragilizadas emocionalmente en soledad, como sucede con las mujeres “emancipadas” que despiertan a los 40 años sin un abrazo cercano y con un generoso “body count”, número que representa la cantidad de relaciones sexuales que han tenido a lo largo de su proceso emancipatorio.


El viejo continente y, por extensión, el resto del mundo, pierde consistencia social tras la polución que genera este movimiento que se lleva por delante instituciones históricamente fuertes como “la mujer”, “el hombre” y “la familia”, y se hunde en una crisis silenciosa que afecta profundamente a las mujeres y a la sociedad en su conjunto.


La búsqueda de la igualdad y la libertad individual, si bien son objetivos nobles, llevadas a este punto extremo, han generado una serie de consecuencias negativas, asuntos no menores que abogan por reflexiones y acciones fundamentales que hagan nueva lectura de los valores que se están promoviendo y deben ser reescritos en términos de equilibrio entre la independencia individual y la cohesión social, el valor de la familia, el sentido de comunidad y, muy prioritariamente, el reconocimiento y respeto por la vida prenatal.


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