Del 20 al 24 de enero se llevó a cabo la reunión anual del Foro Económico Mundial en Suiza. En esta oportunidad, el tema giró alrededor de la “Colaboración para la era inteligente”. A diferencia de reuniones pasadas, en las que se abordaba la Inteligencia Artificial (IA) a partir de un enfoque de posibles prototipos para su aplicación, inversión y desarrollo, en esta oportunidad se trató desde un aspecto más práctico y tangible con ejemplos en las industrias, como la manufactura, la descarbonización, la acción climática, salud y otros campos. Sin embargo, el problema es que muchos no sabemos cómo funciona, a quién le sirve, cómo se configura, por qué están diseñados así y quién los desarrolla.
Durante el evento, las discusiones que se ofrecieron partieron desde un enfoque de las grandes potencias que, por un lado, tienen incidencia en la creación e innovación de la IA y, por el otro, los países que están en otro nivel de desarrollo. En ese sentido, urge que los países de bajos y medianos ingresos (PBMI) abran el debate en sus respectivas naciones y construyan espacios para el diálogo con otros Estados con las mismas condiciones materiales. Esta premura se debe a que la manera como se está desarrollando la IA está creando una encrucijada para los PBMI, pues la tecnología podría convertirse en un mecanismo para afirmar la soberanía y ofrecer bienestar y prosperidad inclusiva para sus pueblos o en la última y más avanzada herramienta de colonización y explotación.
En otras palabras, los PBMI en este momento de fragmentación internacional, o deciden asumir el reto de desarrollo e innovación de la IA por su propia cuenta, con el propósito de crear puestos de trabajo, elevar la calidad de vida de sus conciudadanos y construir mallas de producción o, por el contrario, mantienen las relaciones históricas de dependencia y continúan regalando la mano de obra, los recursos naturales y los sistemas de conocimiento para impulsar el progreso en el Norte Global, en detrimento del propio.
La encrucijada antes descrita es existencial, pues puede perderse de vista que la industria tecnológica y sus avances son fundamentalmente extractivos y configuradores de asimetrías de poder. Por ello, es necesario que los PBMI establezcan visiones y estrategias claras para la extracción y uso adecuado de los recursos naturales que sirvan para la elaboración de dispositivos tecnológicos y software. Así, se podrían crear cadenas de valor agregado, contratando el talento local y disponiendo esos avances científicos al desarrollo nacional, sin contar que hoy las grandes corporaciones tecnológicas de las redes sociales ya han ganado un terreno importante porque controlan los datos de millones de personas. Estos datos, en últimas, representan una información valiosa para estas compañías, pues pueden promocionar y vender sus productos a partir de estrategias de marketing invasivas, incluso violatorias de la privacidad de los individuos.
Por lo anterior, los PBMI no solo deben abordar los asuntos de construcción y desarrollo tecnológico, sino también deben adelantar debates sobre la creación de políticas públicas que le pongan freno a la recolección y uso abusivo de los datos de sus ciudadanos, que terminan siendo presas del mercado y contribuyendo a un consumismo excesivo que hoy el planeta reclama parar.
En ese sentido, a menos de que los países del Sur Global no tomen medidas urgentes, las potencias del Norte Global seguirán dominando la IA y la tecnología, lo que les permitirá ampliar la dependencia cultural y económica. Esta ventaja es de suma importancia pues así, estos países ampliarán el abismo entre los que dan forma al futuro y los son moldeados por él. Por ello, los PBMI deben plantear programas de coordinación, inversión en computación e innovación, y regulación de uso de datos, con el propósito de crear un orden tecnológico más justo que cree valor agregado y bienestar para las propias comunidades del Sur Global.
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